AMOR
HECHO ENTREGA
Decíamos
la semana pasada, hablando del misterio de
la Santísima Trinidad, que éste era un
misterio de amor y un amor que iba más
allá de los sentimientos; un amor hecho
comportamientos: los comportamientos de
Dios para con los hombres.
Y
este amor podría resumirse en la palabra
entrega: el Padre entrega al Hijo para que
todos se salven; el Hijo entrega su vida
hasta la muerte y muerte de cruz, para que
tengamos la vida verdadera; el espíritu
Santo viene a habitar en nosotros y nos
hace templos de Dios.
Y
de ese amor hecho entrega, hoy nos fijamos
de una manera especial en la entrega del
Hijo en la cruz como supremo sacrificio
que restablece la amistad con Dios,
perdida por el pecado.
Y
centrándonos más, ponemos nuestra mirada
en la Última Cena cuando Jesús adelanta,
con signos, la entrega en la cruz
dándonos el pan, convertido en su Cuerpo,
que se entrega por nosotros, y el vino
como su Sangre, que se derrama por
nosotros.
Y
un mandato: Haced esto en memoria mía.
Así,
pues, cada vez que nos reunimos a celebrar
la Eucaristía, hacemos presente la
Última Cena, la entrega del Señor en la
cruz por nosotros.
Cada
Eucaristía es aquella Última Cena, aquel
Gólgota, que se actualiza en el tiempo y
en la historia.
En
la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de
Cristo damos gracias a Dios porque nos ha
dejado la Eucaristía como momento
fundamental de encuentro cristiano; porque
se queda entre nosotros en Jesús
sacramentado para que podamos encontrarnos
con él ante el Sagrario; porque podemos
adorarlo en el Santísimo expuesto.
En
cuántos sitios, como nosotros haremos de
una manera sencilla, se manifiesta la fe
de la Iglesia en Jesús sacramentado,
saliendo en procesión con él, de manera
solemne, por pueblos y ciudades del mundo.
Pero
el Señor no sólo está con nosotros en
las especies sacramentales, el Señor se
hace presente en las personas, de manera
especial en los pobres, en los enfermos,
en los inmigrantes, en quienes están
faltos de libertad...: "porque tuve
hambre y me disteis de comer, porque tuve
sed...", "lo que hicisteis a
unos de estos pequeños...".
Por
eso el día del Corpus, como el Jueves
Santo, es día del amor fraterno, el día
de la caridad.
Y
esta cercanía a los necesitados la
hacemos personalmente y a través de
instituciones eclesiales. Hoy
especialmente recordamos a Cáritas.
Cáritas es nuestra mano cercana a los
necesitados. Y ahí estamos ahora de una
manera particular en el terremoto de China
y en los desastres de la antigua Birmania.
Hoy nuestra colecta estará destinada a
los proyectos, acciones y necesidades que
atendemos desde Cáritas.
La
Eucaristía no se queda encerrada en sí
misma; la Eucaristía no es ese tiempo
semanal que venimos a la iglesia, y que
algunos se quejan de que es mucho. La
Eucaristía debe impregnar nuestra vida,
debe hacer de nosotros signos del amor de
Dios a los hombres; amor hecho entrega,
cercanía, defensa de los débiles,
esfuerzos, junto con los demás, por un
mudo mejor, más justo y más fraterno.
Los
que comemos del mismo Pan, formamos un
mismo cuerpo: Cristo.
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