Hoy es
el día en el que celebramos y se nos da la gran
noticia, la Buena Noticia: "Os ha nacido un
Salvador, el Mesías, el Señor".
Y es
que estamos necesitados de buenas noticias, pues de las
malas ya sabemos demasiado.
Hoy, el
Señor, en el frágil niño recostado en el pesebre, se
nos presenta como la definitiva Buena Noticia de Dios.
Con
cuánto cariño la había preparado desde la noche de
los tiempos; con cuánto empeño buscó a un hombre de
fe, Abraham, para hacer de él un pueblo elegido, el
pueblo depositario de la buena noticia, de sus planes de
salvación.
Y nunca
se olvidaría de sus promesas, aunque su querido pueblo,
Israel, se prostituyese yéndose tras los dioses
paganos. Siempre alentó la esperanza en su pueblo para
que pasase de generación en generación la gran
promesa: el Señor enviará su Mesías, será el
Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
Y
llegado el momento oportuno, preparó a aquella que
sería la madre del Hijo de Dios: María de Nazareth, la
concebida sin pecado.
Y la
promesa se cumplió; y "el Verbo se hizo carne y
acampó entre nosotros"; y la Buena Noticia se ha
hecho Buena Realidad.
Algunos
se empeñan en que la luz de Dios no brille, están a
gusto en sus tinieblas, tienen miedo a la luz, porque
esa luz descubrirá sus oscuridades, hechas odios,
violencias, mentiras y engaños, injusticias y
opresión.
Pero a
esos que buscan, viven y se aprovechan de las tinieblas,
del rechazo de Dios, ; que están muy a gusto en sus
vacíos negros, les decimos: "El pueblo que
caminaba en tinieblas vio una gran luz". Una luz
que no la podrán anular los millones de bombillas que
adornan todas las ciudades del mundo.
Nos ha
llegado un "Príncipe de la Paz". Y la Paz
será el destino definitivo, a pesar de que nos
empeñemos en hacer guerras y en revolver guerras
pasadas . No puede haber Dios donde hay violencia; no
existen guerras santas, menos en nombre de Dios, pues
Dios es el Compasivo y el Misericordioso. No hay ideal,
por alto que sea, que justifique la guerra y la
violencia para alcanzarlo.
Llega
la Buena Noticia que nos dice que Dios no está en los
opresores, en los que han hecho de la autoridad una
forma de oprimir, de explotar, de manipular a los
demás; de los que han hecho de sus actividades un
enriquecerse con el esfuerzo de los demás,
sometiéndoles a trabajos forzosos y a salarios de
hambre. A los que tratan a los demás como a esclavos,
les decimos que Dios escucha el grito de los oprimidos.
El
reinado de Dios ha irrumpido en el mundo en la pequeña
aldea de Belén, patria del rey David. El reino que se
le prometió y que duraría eternamente, ya está entre
nosotros. Un reino de amor, de justicia, de paz y
libertad; un reino en el que más importante es la
fraternidad.
Ha
aparecido la gracia de Dios y debemos abrirles nuestras
puertas, debe pasar a nuestra casa e iluminar con su luz
nuestras oscuridades. Si Él viene a nosotros, si
dejamos que nos ilumine, nuestra vida tendrá que
cambiar y llevar una vida "sobria, honrada y
religiosa". La Navidad no se vive desde afuera,
sino desde dentro.
Para
algunos la Navidad no pasa de ser una fecha de
calendario, una época de gastar y estar contentos por
decreto y costumbre.
Para
nosotros es la celebración de la Buena Noticia del
nacimiento del Salvador, que nos llena de alegría,
alegría que se comparte y revitaliza nuestra fe y vida
cristiana.